
Hola, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que me senté a escribirte, hace muchos años no escribo una carta y no sé si ha pasado de moda o ahora se acostumbren otras cosas.
Supe de ti por primera vez por allá hacia el final de los ochentas y hubo algo que desde el primer momento me llamó la atención, pudo ser como vestías y esa actitud de luchar siempre con todas tus fuerzas, pero aún era muy pequeño para entender lo que significarías para mí. Años después tuvimos nuestra primera cita, el recuerdo es vago, no sé cuánto tardé en alistarme y las imágenes son borrosas luego de casi tres décadas. Ese día acudí a la cita sin que nadie me hubiera prometido nada, por el contrario, me habían dicho que la situación era difícil, que todo podría salir diferente a lo que queríamos, me dijeron también que no sería raro que nos robaran y no sería la primera vez, pero nada de eso importó mi ilusión era enorme.
Bajé del carro para encontrarme contigo, hubo necesidad de caminar bastante y subir muchas escaleras, nunca en mi vida había visto tanta gente en un mismo lugar, parecía que había llegado temprano porque tú aún no estabas ahí, tengo que confesarte que pensé que la ansiedad que sentí ese día no la sentiría nunca más en la vida – qué equivocado estaba – se ha repetido tantas veces que he perdido la cuenta. Después de mucho esperar nos encontramos por primera vez, fue amor a primera vista, desde ese instante el rojo y el blanco son los colores del alma y tu escudo lo más grande que puedo ponerme en el corazón.
Nunca pregunté la posición en la tabla, ni cuántos puntos tenías, no me importó si tenías más estrellas que los demás o hace cuánto no gritaras campeón, me enamoré de ti, de lo que eres y representas, el amor tiene esas cosas. Pasamos casi 20 años juntos sin poder celebrar en grande, sufriendo y llorando más que riendo, pero nunca te abandoné y tuvimos recompensa, llegaron nuestros años más felices, lo ganamos todo, viajamos juntos, celebramos donde nunca nadie había celebrado siguiendo a un equipo de este país ¿Qué más te puedo pedir? Me lo has dado todo, en 2012 cumpliste mi mayor sueño, pero no te conformaste y me diste cosas que nunca imaginé.
Lo que pasamos hoy hace parte de lo que debemos vivir, no sé si sea una lección de la vida para agradecer lo bueno que tuvimos y no olvidar de dónde venimos, no sé si sea una situación para recuperar la humildad y dejar atrás la soberbia que trae el éxito. Siempre tuve miedo de ‘empalagarme’ de gloria y no ser capaz de tener la nobleza para aceptar volver a sufrir, pero aquí estoy a tu lado como siempre, como he estado toda mi vida desde que te conocí.
No sé si lo sabías pero el 22 de septiembre estaremos juntos de nuevo, sin condiciones, sin excusas, el rival es lo de menos, pero será como en los viejos tiempos. Estaré a tu lado dejando todo a un lado porque sé que me necesitas.
Y ese es precisamente el motivo para escribirte, quiero contarte que no estaremos solos, iré con la persona que me llevó a verte la primera vez, él hace rato no te visita por su edad y su enfermedad, pero hoy en la mañana me dijo “llegó el día de volver, algunos volverán un día a gritar campeón, yo vuelvo a darle la mano cuando necesita levantarse, es la esencia del verdadero amor”.
No hay amor más puro e incondicional que el que siento por tu escudo Santa Fe, nos vemos pronto ‘Mi Santafecito Lindo’.
Somos una hinchada diferente!!!
Cuantas dichas, cuántas alegrias y cuantas noches sin dormir
Somos del León, hoy, mañana y siempre, garra, fuerza, fortaleza y fe .
amor verdadero, no seremos la hinchada más grande del país pero si la más fiel y la que con orgullo en las buenas, las malas y en las peores decimos, soy ROJO y BLANCO SOY DE SANTA FE.
Eso somos, eso debemos ser, eso seremos, simplemente Leones!